jueves, 15 de diciembre de 2011

La responsabilidad en la gestión pública, ese concepto

 
Hace un año Juan Manuel de Prada explicaba con sencillez los beneficios de la especulación sobre el terreno público. Decía que si un Ayuntamiento tenía un terreno que valía 200 millones y era vendido por 150 a un amigo para quedarse dos de ellos el concejal, eso que se quedaba el concejal. Además el constructor podía construir pisos al precio del mercado y ganarse un dinerillo, y la gente podía comprarse casas al precio de mercado, que es lo natural. ¡Salían ganando todos! ¡Lo demás era envidia! ¡Cómo podían pretender que ahí hubiese algún daño!

Sin embargo detrás hay una demagogia, manipulación y mentira que serían abrumadoras si hubiesen salido de otra pluma. En JMdP es normal. Y es que lo público no es que no sea de nadie; el dinero que sale de ahí no mana de la misma tierra, es de todos. Es una creencia común y extendida que lo "público" no es de nadie o, si lo es, no tiene ningún valor. Por eso cuando "paga el estado" se puede despilfarrar porque ese dinero surge por generación espontánea.

El Estado, como Hacienda, somos todos. Cuando pagas un café, echas gasolina, tomas un cubata o presentas tu declaración de la renta estás pagando al estado y sus articulaciones -autonomías, municipios, ayuntamientos- para generar una serie de servicios que hacen la vida en la sociedad más cómoda y segura. Basado en la solidaridad, un engendro humano de valor incalculable, propiciamos un entorno de bienestar en el que realizarnos como personas. Ésto suena ñoño, pero no deja de ser cierto.

Pero nuestros impuestos y tributos no son suficientes para garantizar todos los servicios. Somos dependientes del exterior energéticamente y además tenemos que importar materias primas, nuevas tecnologías y debemos contribuir al conjunto de la sociedad mundial. Para eso el Estado, como una comunidad, pide préstamos con los que financiar sus inversiones en el conjunto de la comunidad y responder a sus compromisos.

Ahora bien, como toda comunidad solidaria, cada uno intenta aportar su grano de arena que debe constituirse en necesario y positivo. Ahí dentro también se enmarca la iniciativa privada, que no deja de estar dentro de una sociedad. No habría empresas si no hubiese una sociedad de personas. Por eso los gestores privados también tienen una responsabilidad con lo público. El hecho de apostar por un modo o una opción de aporte social de forma privada no exime de una responsabilidad hacia lo público. No tiene sentido ser pez en un charco y vender el agua.

Los grados de responsabilidad pública tienen que ir con lo que cada uno aporta. La persona asalariada sólo puede responder de un porcentaje limitado dentro de sus márgenes de maniobra. El empresario tiene una mayor responsabilidad al tener que tomar decisiones mucho mayores. Y el político y el funcionario, como servidores públicos, han de enfrentarse al deber de hacer que el sistema funcione sin dejar a nadie atrás. Esto no implica mayores derechos ni privilegios, porque todos somos iguales dentro de la diversidad. Esta igualdad tiene numerosos defectos, pero una gran ventaja, evitar desniveles y escalones en la vida social que entorpecen el progreso. Primero igualdad para que haya auténtico progreso.

No obstante el mundo ha funcionado perfectamente al revés. La responsabilidad y los sacrificios han recaído sobre la mayoría mientras que aquellos que tenían que tomar las decisiones más importantes quedan eximidos. Las razones de ésto dan para muchos posts como éste, pero aquí lo que me importa son las consecuencias. Consecuencias que no sólo sufren millones de parados, también la sufren millones de seres humanos en países del tercer mundo y lo sufre el medio ambiente -que también, qué curioso, es de todos-.

El 14 de septiembre de 2008 se corrió el telón que escondía las bambalinas del gobierno mundial. Y lo que había ahí era un monstruo engendrado gracias a la ambición y la irresponsabilidad de los máximos responsables del mundo. Tras condenar a Irak a una guerra civil sangrienta y al miedo al resto en nombre de los valores de la democracia tras otro fatídico septiembre, resultaba que al final todo se resolvía en dinero. Ingentes cantidades de dinero que fluían sin control y ciegas. Los único valores que cotizaban en la sociedad eran los que cotizaban en la bolsa. Nada más.

¿Consecuencias de aquello? Para el mundo una crisis en las raíces de su crecimiento. El capitalismo había demostrado que también tenía capacidad para devorarse a sí mismo. Sin embargo, la ausencia de alternativa condenó al mundo a una premisa que marcaba el precedente más peligroso del mundo: Too Big To Fall, demasiado grandes para caer. Significaba que el mundo claudicaba ante el sistema y no buscaba mayor solución que su supervivencia, aunque fuese a costa de todo lo demás.

Los gobernantes y banqueros, los empresarios sin escrúpulos que se cobijaron a su sombra, y los ciudadanos que asumieron de forma acrítica y anestesiada el crecimiento sin preguntarse por su estructura fueron y son culpables. Sin embargo el pago de la factura sólo lo paga aquellos cuya responsabilidad era más limitada. Ciudadanos, pequeños y medianos empresarios. Ningún gran banquero ni los políticos que despilfarraron nuestro dinero serán juzgados ni condenados por el abuso inmisericorde que hicieron del bien común. Se aprovecharon de todos y lo permitimos, y ahora permitimos que no paguen porque todos estamos corruptos. Todos.

El sistema debe invertirse. No se trate de que haya que decir eso de "no hay que buscar culpables". Se trata de que todos somos culpables y aceptamos nuestra parte, pero la responsabilidad no se ha distribuido conforme a lo razonable. Igual que la riqueza está mal redistribuida, también la responsabilidad y la dignidad. Cuanto más subes parece que es lógico que cobres más, sin embargo no aceptamos que eso debe conllevar una mayor exigencia legal, etica y moral que nada tiene que ver con el dinero, o no todo.
Debe ser un sacrificio ascender porque en ese ascenso tomas decisiones sobre más gente. Nadie dijo que cualquiera pudiese ser un gran empresario, político o funcionario. Debe querer, debe saber dónde se mete y por qué. Se le debe exigir al máximo y así sólo serán capaces de significarse como personas dignas de honor.

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